Cuando era niño y visité por primera vez este lugar sentí un cierto escalofrío. Ahora, al volver al mismo sitio después de muchos años, he tenido el mismo sentimiento. Tal vez por esa razón algún cineasta lo escogió como escenario natural de su obra de terror.
Todo está igual, como lo recordaba. Mi amable y paciente guía, lugareño y perfecto conocedor del entorno, me dijo lo mismo que me dijeron entonces sus paisanos mayores, lo cual me lleva a
deducir que la tradición oral funciona, especiálmente en las pequeñas comunidades donde todavía hay gente que se comunica y transmite sus pequeñas y grandes vivencias.
Vamos al grano. Hay quien dice que este lugar fué habitat de los primitivos pobladores del planeta y que os grobos son grandes piedras que a modo de menhires servían de fortaleza contra los elementos y contra los animales salvajes o como santuario de oración a sus dioses. Puede ser, porque choca bastante la perfección con la que estas grandes piedras, de varias toneladas de peso, están modeladas, puntiagudas, dispuestas en círculo y apuntando al cielo. La naturaleza no suele modelar con tanta homogeneidad, especiálmente en este lugar donde la acción de la lluvia, el viento y la v
Por el contrario, los detractores de estas teorías creen que ha sido la acción de los elementos o en el mejor de los casos, de pastores o cazadores relativamente modernos que las han utilizado como refugio.
No obstante hay voces que reclaman la explotación de este lugar como alternativa cultural de turismo rural y etnográfico (o quizás como santuario de peregrinación de los amantes del género de terror).
Una recomendación: si visitan este paraje, háganlo acompañados, porque según la conocida sentencia gallega "eu non creo en meigas, pero haberlas hay-las".